7.11.07

Una diferente!

Esta no es de aventuras. O por lo menos, no de las aventuras habituales. Aprovechando el fin de semana largo, decidimos hacer una salida junto con un par de parejas amigas, con quien ya hemos viajado mucho, y sobre todo, compartido momentos buenos y malos.

Hace unas semanas atrás, invitado por Miguel, fuimos al Salto del Penitente. Y nos pareció buena idea volver a quedarnos en los refugios. Lamentablemente, cuando pudimos coordinar las fechas de los tres matrimonios, no había lugar en el refugio. Juan se preocupó en averiguar por Internet y llamar por teléfono. Al fin, consiguió reservar en la Cabañas del Lago, en Villa Serrana.

El viernes llovía abundantemente, por lo que decidimos confirmar la salida el sábado temprano. Por suerte, amaneció con el cielo despejado. En el viaje con Juan y Carmen, ella comentaba que una conocida aseguraba que una vez que conocieramos las Cabañas del lago, quedaríamos encantados.

Llegamos a eso de las 14:00 a Villa Serrana, y después de pasar por el almacén de Perico (abierta por casualidad: vió gente y abrió) llegamos a las cabañas.

A llegar, la impresión fue profunda… La casita es de dos plantas, con un alero lateral como cochera.

Al entrar en el comedor, nos encontramos con una mesa redonda, cubierta por un mantel de plástico, sólo unos pocos agujeros. Cuatro sillas de alambre, una de las cuales estaba bien derecha, similares a las que teníamos (tanto Juan y Carmen como nosotros) cuando nos casamos.

Un sofá contra la ventana, un mueble que tenía una de las puertas clavadas (si, con un clavo en la parte superior… ) lo que hacía una puerta oscilante. Claro, esto impedía que se abriera la puerta opuesta. En definitiva, era lo mismo que una mesa elevada.

En la pared, sobre este mueble, un gran cuadro de Marilyn Monroe, magnífica en su traje blanco de La comezón del séptimo año

A su lado, un sillón de una plaza, imponente, apretado en un pequeño espacio, seguramente testigo de mejores tiempos y mejores lugares.

Siguiendo la inspección en sentido horario, nos encontramos con la puerta del baño. Ya entraremos a él cuando lo necesitemos.

La cocina, de marca indefinida, tenía dos quemadores de los cuatro. El horno permitía una hermosa vista al piso, por los espacios dejados al destruirse la chapa.

Una ventanita, y al lado una repisa donde había 6 tazas… bueno, si consideramos que una taza es un recipiente que tiene asa, había sólo tres, y otras tres que habían dejado de serlo, evolucionando a vasos, pero con las cicatrices de su pasado.

Contra la otra pared estaba la pileta y la mesada, debajo de la cual estaban los enseres de cocina y la vajilla.

El juego de vajilla apostaba a la diversidad. Un plato chico, otro grande. Uno de vidrio, otro de loza. Uno blanco, otro de color. Los vasos (que eran sólo tres, seguramente considerando a los mutantes de la repisa) seguían el mismo estilo, propio de los “hoteles boutique”.

Como detalle simpático, apenas nos estábamos reponiendo de la impresión de la entrada, la casera nos trajo un cucharón, más apropiado para un ejército que para una casa, a efectos de completar los utensilios y que no nos faltara nada. Las damas, agradecidas.

Al lado de la mesada ubicamos la heladera. Robusta, con experiencia de años al servicio del frío, tenía tanta dedicación al trabajo, que todo lo que entraba se congelaba inmediatamente. Alguien demoró un poco en elegir lo que iba a sacar de dentro, y se le congelaron tres dedos. Por suerte, no hubo que amputarlos.

Por aquello del Yin y el Yang, como balanceando el termómetro, a continuación estaba la estufa a leña. De paredes finitas, con ladrillo espejo, su chimenea corria por delante de los cables de la instalación eléctrica. Se ve que hace poco la habían habilitado, porque estaban apenas derretidos.

Bueno, nos encontramos nuevamente con la puerta, cerrando el primer círculo de Dante.

Antes de subir a la planta superior, vemos el baño.,

Simple, austero, casi espartano, tenía una pileta de material plástico, y un inodoro que, una vez que retiramos varias capas de suciedad, resultó blanco, casi sano. Limpiar el duchero fue una tarea demasiado ardua para nuestras fuerzas, sobre todo porque el calentador tipo “chuveiro” no prometía mucha agua caliente. El jabón y la toalla 100% poliéster estaban incluidos.

Apenas repuestos del shock de la planta baja, decidimos aventurarnos a las alturas. Imagino que el lector pensará que soy un exagerado… lo desafío a visitar la casa, y que después mantenga su opinión! Aventura, si! La escalera de caracol, siguiendo el estilo de diseño de la casa, también apostaba a la diversidad. Los peldaños estaban colocados a distintas alturas, en distintos ángulos axiales, y eran de diferente tamaño. Por suerte la baranda estaba tan cerca que, en lugar de apoyarnos en ella, nos apretaba. Por otro lado, era tan flexible (algún malintencionado diría endeble) que permitía el paso de flacos y gordos, con cierta elasticidad.

Tal vez, pensando en el aporte de la arquitectura italiana, el caño central estaba torcido, como la famosa torre. Con un trozo de caño soldado arriba, intentaba volver al centro. Lamentablemente, el caño no estaba bien cortado, y la rebaba que aparecía estaba lista para enganchar las ropas del inadvertido usuario.

Una vez arriba, franqueamos la puerta de seguridad (un marco de madera que quedaba justo a la altura de las canillas) y accedimos a los aposentos superiores.

Teníamos cinco camas, distribuidas en tres dormitorios, prolijamente separados por sendas cortinas colgando de un alambre galvanizado.

Salvo la cama a la que le faltaba unas tablas, lo que hacía que el colchón se hundiera, las otras estaban bastante aceptables,

Para finalizar, podíamos pasar al balcón, para admirar la vista del embalse. Para ello, podíamos abrir la puerta, o si queríamos evitar el trabajo, directamente pasar por debajo de ella, porque la puerta era como 20 centímetros más corta que el marco.

El balcón: un lugar digno de un escenario de película! De película de terror, de esas que empujas a alguien, y la baranda, flojita, cede y el contrincante cae…

La barbacoa exterior era de ladrillos. 6 ladrillos. En el piso, para sostener una parrillita.

El resto del fin de semana, no se si podré contarlo… esto fue espectacular!!!! ;=

Ah, me olvidaba: Para los que quieran reservar, pueden buscar los datos en la Dirección de Turismo de Lavalleja, por “Cabañas del Lago” en Cabañas de Villa Serrana. Están en Ruta 8 Km 145 VILLA SERRANA - LAVALLEJA Tel: (598) 044 25212 | 099 840094 E-Mail: minadeoro@adinet.com.uy. Pueden hablar con el Sr Villagran, quien sacándose el parche del ojo y la pata de palo los atenderá. No se dejen intimidar por el loro en el hombro, que grita: “Esto es un asalto, prr, prrr”

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