20.6.07

Al Aconcagua - Día 22

04.02.05 – Viernes – Nido de Cóndores – 5.500 msnm

A las 02:30 suena el despertador de mi reloj. Una palabra a Julián y se despierta. Comenzamos a preparar el desayuno, y avisamos por “gritáfono” a Pedro. Sin respuesta. Nos vestimos lentamente, con cuidado de no molestar mucho a los compañeros. La tarea es incómoda y lenta. No quiero mirar al termómetro. ¿Para qué, si igual hará frío? Desayunamos mientras nos vestimos. Yo debo hacer un esfuerzo. Se que preciso, pero no tengo ningunas ganas de comer. Termino unas galletas y un poco de chocolate caliente.

A la hora coordinada, salimos de la carpa, a pesar de que no tenemos respuesta de nuestros compañeros. Esperamos unos minutos, y a las 04:20 estamos partiendo. Con las linternas en la cabeza, emprendemos el camino. Pocas palabras, muchos pensamientos. A los muy poquitos metros, Pedro ofrece a Julián que guíe hasta Berlín. A mi me sonó como si éste dudara de encontrar el camino, lo que no debe avergonzar a nadie. No resulta fácil identificar las marcas.

Yo quedo rápidamente atrás y voy cerrando el camino. Reclamo más de una vez por la velocidad. Se que la rapidez es seguridad, pero -egoístamente- no quiero cansarme en las primeras horas. De la noche surge una linterna, y se nos acopla por un rato otro montañista. Nuestro paso le resulta lento, y cuando tiene certeza de ubicar el camino, se despega de nosotros.

A eso de las 06:00 llegamos al refugio Berlín, aún en la oscuridad. Un par de casuchas bajas de madera, y algunas pocas carpas. Sin detenernos, seguimos y encaramos un breve trayecto a cuatro manos, el único en todo el recorrido.

El frío aumenta. Seguimos ascendiendo en la oscuridad. En las vueltas entre las piedras vemos levantarse la noche. Asistimos uno de los paisajes más maravillosos de toda la expedición, la sombra que proyecta el Aconcagua sobre las brumas del Pacífico. El cansancio, y la falta de oxígeno no nos permiten comprender su magnificencia. El viento bate la falda del cerro, estimamos unos 50 km/h. El termómetro marca –25° C, pero no sé si es correcto porque está en el límite, no tiene mas lugar para seguir bajando. Hago el esfuerzo de no alejarme de la punta y mantenerme dentro del grupo, porque sé que si quedo último, indefectiblemente me retrasaré.

A las 09:50 llegamos al refugio Independencia, o lo que queda de él, dos paredes de madera, sin techo, y unos cables de acero retorcidos. A Julián se le están congelando los dedos del pié derecho. Se quita la bota y Chavy se los masajea con ímpetu. Yo también me saco las botas porque siento una molestia y veo que tengo los dedos blancos, y casi ni los siento. Por suerte paramos. Me aflojo un poco los cordones de la bota interior. En estas operaciones demoramos 30 minutos. Partimos, subiendo la cuesta de unos 100 mts, cruzamos el Portezuelo de los Vientos y ponemos los pies en la famosa y mentada Travesía. El viento de este lado es muy fuerte. Por suerte se mantiene helada, a pesar del sol, y podemos seguir con los grampones colocados.

Recorremos la Travesía (que mas o menos se mantiene a nivel, sin ascender) a una velocidad moderada: nos pasa el equipo guiado por el “Pana” venezolano. Llegamos al fin de la Travesía a eso de las 13.30 y descansamos 30 minutos en la Cueva, intentando repararnos del viento, con éxito relativo. Mi almuerzo consiste en un par de pasas de uva y un caramelo. Aunque sea muy poco, debo esforzarme para tragarlo. No tengo nada de hambre, a pesar del esfuerzo realizado. Tampoco sed, y me obligo a beber. Aprovecho a dormir un rato.

A las 14:00 reemprendemos el camino, en franco ascenso por “la Canaleta”. Esta resulta muy empinada, y la mochila, a pesar de estar casi vacía, me pesa mucho. Chavy tropieza y cae aparatosamente. Por indicación de Pedro, dejamos nuestras respectivas mochilas al costado del camino y continuamos subiendo. Pedro queda un poco más atrás, asistiendo a Javier que también está muy cansado. Nos indica que podemos seguir. No estoy razonando muy bien, y mis reacciones se limitan a poner un pie delante del otro, y tratar de no quedarme mucho tiempo descansando. Aún así, cada tres o cuatro pasos debo detenerme. Nos cruzamos con mucha gente que viene descendiendo, pero también pasamos a muchos que están más lentos que nosotros. Lo único que tengo claro es la hora, que se hace dramáticamente tarde. Mi hora prevista eran las 15:00, con una hora de extensión. Y ya estamos a las 16:00! Julián y Edison nos animan y nos amenazan con el temor de que la brigada nos obligue a descender.

Nos cruzamos con un americano que sonriente nos dice: “Congratulations! Only one meter!” Nos volvió el alma a los pies! Sacando fuerza de flaqueza dimos los últimos pasos y llegamos a los 6.692 msnm de la cima a las 16:35

Abrazos, muchísima emoción. La cumbre es plana, con un pequeño montículo a un lado.

En la cumbre hay varios grupos de montañistas. Todos hacemos bromas y mostramos nuestras satisfacción. Percibo que los demás están como "atontados", (es difícil comprender como sacar una foto, por ej) aunque es seguro que yo debo estar igual. Hay una cruz donde se dejan y se toman recuerdos. Yo recojo un pañuelo amarillo. Abrimos el libro de cumbre y ponemos los nombres de todos. Sacamos fotos, muchas fotos y nos aprestamos a descender. Estábamos en eso cuando vemos aparecer a Pedro y a Javier a las 17:50.

Cuando Javier llega, se desploma agotado. Sacamos algunas fotos más con las banderas de quienes habían colaborado con nosotros, esta vez con todo el equipo y a las 18:15 comenzamos el descenso.

Es tarde, y detrás nuestro sólo quedan dos americanos, y dos miembros de la brigada policial.

Al poco de estar bajando, miro para atrás y veo que Javier viene mal, asistido por Julián, quien trata de llamar nuestra atención. Nos detenemos, tratamos de organizarnos. Alguien toma sus grampones, otro su mochila. Javier está incoherente. Los policías que venían cerrando la marcha, al ver esto lo asisten y le dan una inyección de dexa. Yo no veo una gran recuperación, pero continúa bajando. Escucho que se comunican por radio informando que están despejando la Canaleta... cuando miro para el costado y veo que hay alguien que se aparta y atrasa, sobre nuestra izquierda. Le hago señas a los de brigada, y se acercan y lo convencen con alguna dificultad, de que siga bajando, pues quería quedarse a pasar la noche.

Los americanos ofrecen una cuerda para asegurar a Javier, que está tropezando mucho. En determinado momento, los PPLL, nos indican que debemos bajar por el acarreo con el grupo , mientras que el piloto conocido y el bombero mendocino que no quería bajar, lo harán por la ruta de Berlín.

Bajar por el acarreo es lo mismo que hacerlo por una montaña de pedregullo... las piedras sueltas se mueven continuamente. Se siente el ruido de las piedras rodando. Las primeras caídas tratamos de evitarlas con algo de dignidad... que pronto se nos acaba. Los que bajan con Javier adelantaron camino A pesar de que lo tenía muy claro y asimilado que era a todas luces imposible, pensé que lo mejor era quedarme ahí, esperando que alguien me viniera a buscar. Mutuamente nos dimos aliento y seguimos. Cayó la noche y seguimos bajando en la oscuridad. Veíamos luces haciéndonos señas. Aproveché para bajar unos cuantos metros deslizándome en la nieve, a pesar de las advertencias de Julián.

Al final, nos encontró un PPLL y nos dio un liquido caliente y dulce. Nos acompañó hasta otro puesto y, tropezando llegamos a eso de las 24:00 al campamento.

Javier estaba con los Guardaparques, bien asistido y caliente. Cuando llegamos, Pedro nos estaba esperando enfrente a su carpa, y después de los saludos y felicitaciones, seguimos a la nuestra. No recuerdo muy bien donde fui dejando los grampones, las botas, las polainas.

Sin cenar, me dormí rápidamente.

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1 Comments:

Blogger Gabriel Budiño said...

Genial, increible, alucinante, atemorizante, disparador de muchas ganas de animarse...

Realmente una hermosa aventura, una experiencia sin lugar a dudas única!

Un gran abrazo!

5:55 p. m.  

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