7.11.07

Una diferente!

Esta no es de aventuras. O por lo menos, no de las aventuras habituales. Aprovechando el fin de semana largo, decidimos hacer una salida junto con un par de parejas amigas, con quien ya hemos viajado mucho, y sobre todo, compartido momentos buenos y malos.

Hace unas semanas atrás, invitado por Miguel, fuimos al Salto del Penitente. Y nos pareció buena idea volver a quedarnos en los refugios. Lamentablemente, cuando pudimos coordinar las fechas de los tres matrimonios, no había lugar en el refugio. Juan se preocupó en averiguar por Internet y llamar por teléfono. Al fin, consiguió reservar en la Cabañas del Lago, en Villa Serrana.

El viernes llovía abundantemente, por lo que decidimos confirmar la salida el sábado temprano. Por suerte, amaneció con el cielo despejado. En el viaje con Juan y Carmen, ella comentaba que una conocida aseguraba que una vez que conocieramos las Cabañas del lago, quedaríamos encantados.

Llegamos a eso de las 14:00 a Villa Serrana, y después de pasar por el almacén de Perico (abierta por casualidad: vió gente y abrió) llegamos a las cabañas.

A llegar, la impresión fue profunda… La casita es de dos plantas, con un alero lateral como cochera.

Al entrar en el comedor, nos encontramos con una mesa redonda, cubierta por un mantel de plástico, sólo unos pocos agujeros. Cuatro sillas de alambre, una de las cuales estaba bien derecha, similares a las que teníamos (tanto Juan y Carmen como nosotros) cuando nos casamos.

Un sofá contra la ventana, un mueble que tenía una de las puertas clavadas (si, con un clavo en la parte superior… ) lo que hacía una puerta oscilante. Claro, esto impedía que se abriera la puerta opuesta. En definitiva, era lo mismo que una mesa elevada.

En la pared, sobre este mueble, un gran cuadro de Marilyn Monroe, magnífica en su traje blanco de La comezón del séptimo año

A su lado, un sillón de una plaza, imponente, apretado en un pequeño espacio, seguramente testigo de mejores tiempos y mejores lugares.

Siguiendo la inspección en sentido horario, nos encontramos con la puerta del baño. Ya entraremos a él cuando lo necesitemos.

La cocina, de marca indefinida, tenía dos quemadores de los cuatro. El horno permitía una hermosa vista al piso, por los espacios dejados al destruirse la chapa.

Una ventanita, y al lado una repisa donde había 6 tazas… bueno, si consideramos que una taza es un recipiente que tiene asa, había sólo tres, y otras tres que habían dejado de serlo, evolucionando a vasos, pero con las cicatrices de su pasado.

Contra la otra pared estaba la pileta y la mesada, debajo de la cual estaban los enseres de cocina y la vajilla.

El juego de vajilla apostaba a la diversidad. Un plato chico, otro grande. Uno de vidrio, otro de loza. Uno blanco, otro de color. Los vasos (que eran sólo tres, seguramente considerando a los mutantes de la repisa) seguían el mismo estilo, propio de los “hoteles boutique”.

Como detalle simpático, apenas nos estábamos reponiendo de la impresión de la entrada, la casera nos trajo un cucharón, más apropiado para un ejército que para una casa, a efectos de completar los utensilios y que no nos faltara nada. Las damas, agradecidas.

Al lado de la mesada ubicamos la heladera. Robusta, con experiencia de años al servicio del frío, tenía tanta dedicación al trabajo, que todo lo que entraba se congelaba inmediatamente. Alguien demoró un poco en elegir lo que iba a sacar de dentro, y se le congelaron tres dedos. Por suerte, no hubo que amputarlos.

Por aquello del Yin y el Yang, como balanceando el termómetro, a continuación estaba la estufa a leña. De paredes finitas, con ladrillo espejo, su chimenea corria por delante de los cables de la instalación eléctrica. Se ve que hace poco la habían habilitado, porque estaban apenas derretidos.

Bueno, nos encontramos nuevamente con la puerta, cerrando el primer círculo de Dante.

Antes de subir a la planta superior, vemos el baño.,

Simple, austero, casi espartano, tenía una pileta de material plástico, y un inodoro que, una vez que retiramos varias capas de suciedad, resultó blanco, casi sano. Limpiar el duchero fue una tarea demasiado ardua para nuestras fuerzas, sobre todo porque el calentador tipo “chuveiro” no prometía mucha agua caliente. El jabón y la toalla 100% poliéster estaban incluidos.

Apenas repuestos del shock de la planta baja, decidimos aventurarnos a las alturas. Imagino que el lector pensará que soy un exagerado… lo desafío a visitar la casa, y que después mantenga su opinión! Aventura, si! La escalera de caracol, siguiendo el estilo de diseño de la casa, también apostaba a la diversidad. Los peldaños estaban colocados a distintas alturas, en distintos ángulos axiales, y eran de diferente tamaño. Por suerte la baranda estaba tan cerca que, en lugar de apoyarnos en ella, nos apretaba. Por otro lado, era tan flexible (algún malintencionado diría endeble) que permitía el paso de flacos y gordos, con cierta elasticidad.

Tal vez, pensando en el aporte de la arquitectura italiana, el caño central estaba torcido, como la famosa torre. Con un trozo de caño soldado arriba, intentaba volver al centro. Lamentablemente, el caño no estaba bien cortado, y la rebaba que aparecía estaba lista para enganchar las ropas del inadvertido usuario.

Una vez arriba, franqueamos la puerta de seguridad (un marco de madera que quedaba justo a la altura de las canillas) y accedimos a los aposentos superiores.

Teníamos cinco camas, distribuidas en tres dormitorios, prolijamente separados por sendas cortinas colgando de un alambre galvanizado.

Salvo la cama a la que le faltaba unas tablas, lo que hacía que el colchón se hundiera, las otras estaban bastante aceptables,

Para finalizar, podíamos pasar al balcón, para admirar la vista del embalse. Para ello, podíamos abrir la puerta, o si queríamos evitar el trabajo, directamente pasar por debajo de ella, porque la puerta era como 20 centímetros más corta que el marco.

El balcón: un lugar digno de un escenario de película! De película de terror, de esas que empujas a alguien, y la baranda, flojita, cede y el contrincante cae…

La barbacoa exterior era de ladrillos. 6 ladrillos. En el piso, para sostener una parrillita.

El resto del fin de semana, no se si podré contarlo… esto fue espectacular!!!! ;=

Ah, me olvidaba: Para los que quieran reservar, pueden buscar los datos en la Dirección de Turismo de Lavalleja, por “Cabañas del Lago” en Cabañas de Villa Serrana. Están en Ruta 8 Km 145 VILLA SERRANA - LAVALLEJA Tel: (598) 044 25212 | 099 840094 E-Mail: minadeoro@adinet.com.uy. Pueden hablar con el Sr Villagran, quien sacándose el parche del ojo y la pata de palo los atenderá. No se dejen intimidar por el loro en el hombro, que grita: “Esto es un asalto, prr, prrr”

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4.10.07

No soy yo, es Newton (JL Borges)


Por supuesto, está en la imaginación de muchos. Tiene todo el glamour necesario, el desafío y el toque de adrenalina que buscamos. Pero siempre lo vi lejos de mi realidad. Sin embargo Néstor, un buen amigo de Remo Aventura de Santa Lucía, desde tiempo atrás estaba buscando la oportunidad. Y por supuesto, cuando me preguntó si me interesaba el proyecto, la respuesta fue afirmativa. El se encargó de todas las averiguaciones y arreglos. Y todas las líneas que siguió, lo llevaron a la misma persona: Oscar Fassi (oscarfassi@hotmail.com). Y bueno, los astros se alinearon, el momento se dio y recibí el llamado de Nestor: "¿Nos tiramos el fin de semana?". El paracaídas nos esperaba.

Y así llegué con Stella y Miguel al Aeroclub de Canelones. En verdad, mi única preparación fue cargar las baterías de las cámaras. Viene precedido de una buena fama, y conociendo a Néstor estaba seguro que sería cuidadoso con la elección.
Oscar estaba en el hangar, y a los pocos minutos llegó Antonio -quien sería el camarógrafo que registró el salto y sus circunstancias-, Ivanna y Cachorra. Mientras esperábamos el avión que llegaría desde Melilla, completamos algunas formalidades.
Saltaría primero Néstor. Un breve briefing o instructivo de las maniobras que debería realizar y lo que iría a suceder.

El salto que realizaríamos sería en "tándem". Oscar, como piloto hará todas las maniobras necesarias con un mínimo de nuestra colaboración (creo que sin colaboración también podría hacerlo). Nosotros, como pasajeros, iremos sujetos al arnés del piloto, sin mucha más responsabilidad que disfrutar.

A continuación, a colocarse el arnés, el ridículo casco y unas antiparras, y se dirigen al avión.

En este, además del piloto, embarcan Rafa (que aprovecha nuestros vuelos y hace saltos de práctica), Antonio, Oscar y Néstor.

Despega y los que vinimos a ver el salto ya nos ponemos ansiosos. Con ansiedad o sin ella, debemos esperar que el avión de varias vueltas en espiral hasta llegar a la altura adecuada, casi fuera de nuestra vista, para saltar.

Soy uno de los últimos en reconocer (dada mi agudeza visual) un velamen multicolor que desciende, pero trae a una sola persona. Es Antonio, quien se apresta a seguir filmando. Nos fijamos nuevamente hacia arriba y vemos acercarse a Oscar y Néstor. Exactamente donde lo está esperando Ivana, toca tierra con suavidad.

El grupo se dirige al hangar, donde pliegan los paracaídas sobre una lona. Esto es una tarea demorada y cuidadosa. Con el cuidado con el que doblo las carpas, me parece que no haría mal este trabajo. A pesar que el tiempo pasa, por supuesto no apuramos para nada el proceso.

Mientras Ivana pliega el paracaídas de Oscar, conversamos un rato distendidamente. Me imagino que las preguntas y los comentarios que hacemos los debe haber escuchado cientos de veces! "¿Alguna vez no se te abrió el paracaídas?" ¿Qué pasa si te falla?" "¿Se puede hacer como los de las películas?". Con buena onda, y como si nunca las hubiera respondido, hace los comentarios y responde con simpatía.

Nos explica que el paracaídas para usar en saltos en tándem tiene casi el doble de superficie de velamen (y el doble de tela) que uno normal.
En la especie de mochila que va a su espalda, lleva el paracaídas principal y también el de reserva. También una computadora que registra la velocidad de descenso, y que si esta supera determinada marca, a los 1900 pies abre el paracaídas.
Nos explicó los sistemas de liberación del paracaídas, etc. En realidad, trasmite mucha tranquilidad. Se le nota muy profesional y en conocimiento de lo que hace.

Ahora es mi turno: nuevamente el briefing, conmigo como protagonista. Volvemos al hangar, me coloca el arnés y abordamos el avión con los mismos pasajeros que la vez anterior con el obvio cambio de Néstor.

Le había solicitado de llevar una cámara a bordo para hacer algunas tomas, pero como el avión no regresará al aeroclub, si no que lo hará directamente a Melilla, no puedo hacerlo. El espacio disponible es pequeño y debemos acomodarnos con cuidado. Un corto carreteo por la pista de pasto, y estamos en el aire. Después de algunas turbulencias a baja altura el vuelo se torna tranquilo.

Ascendemos en espiral hasta llegar a los 9000 pies (1 pie=0,3048 m., o sea que serían unos 2.740 metros). En el ascenso que duró aproximadamente 30 minutos, se puede apreciar desde Colonia hasta Punta del Este, Montevideo y Florida. Si bien el día estaba muy agradable y soleado, había una bruma en el horizonte que dificultaba la vista.

El piloto informa que llegó a la altitud deseada. Se abre la puerta y el viento se cuela, con frío y con ruido.
Unas pequeñas correcciones de rumbo y nivel que sugiere Oscar, y me corro hacia atrás, de acuerdo a lo ensayado. Veo que Antonio está filmando desde el exterior, sujeto al parante del ala. Rápidamente, Oscar se gira hacia afuera, un saludo al piloto "buen salto/buen vuelo", se empuja hacia afuera... y estamos cayendo!

La primerísima sensación es de reconocimiento: "Estoy cayendo, ya salí del avión!" Por supuesto, demoro mucho más en decirlo que en sentirlo. La segunda, es de terror! Comenzamos a acelerar desde 0 hasta unos 200 km/h, pero en los primeros metros siento casi la misma sensación de vacío que en la montaña rusa, con el pequeño detalle de tener 2700 metros de aire debajo de mis botas. Esto duró menos de un segundo. En seguida Oscar me recuerda que debo abrir los brazos y el freno del aire estabiliza la caída libre, en alrededor de unos 200 km/h.
Oscar me levanta la cabeza hasta que veo a Antonio, que se acerca hasta casi el alcance de la mano, filmando la caída.

Durante aproximadamente 30 segundos estamos en caída libre, hasta que Oscar avisa que va a abrir el paracaídas.El ruido cesa de repente. Se siente una deceleración sostenida y fuerte, que no llega a ser un tirón brusco. Antonio sigue raudo hacia abajo, y veo pasar también a Rafa.

Oscar me acerca los controles del paracaídas, y tirando de un lado y del otro hacemos algunos giros. Al acercarnos a tierra veo que Ivana está lista para asistirnos, y tocamos tierra con absoluta suavidad, a menos de 50 cm. de donde ella está.

Lo demás, es lo previsible. Quitarme el arnés, saludar a los amigos, no poder contar con exactitud lo sentido.

Unas pocas palabras más, una coca que compartimos gracias a la gentileza de Oscar, y partimos de regreso.

3.10.07

Al Aconcagua - Epílogo



En tiempo pasado entre esta experiencia y hoy, me ha permitido tomar cierta distancia de los acontecimientos. El relato fue tomado directamente del diario de viaje, y aquel, escrito con la emoción del momento. No siempre fui justo con mis compañeros, y seguramente, fui demasiado indulgente con mis yerros.

La convivencia en un ambiente tan agresivo no fue fácil. En un grupo relativamente grande, de tan distintas edades y backgrounds diferentes, encontrar un "único" camino resulta prácticamente imposible. El enfoque que se le dio desde un inicio al grupo resultó en una mejor cohesión, y sin dudas, la amistad de largos años con Chavy resultó muy positiva.
Con algunos, sintonicé mas rápidamente, y con otros no resultó fácil.
Sin embargo, creo que si comparamos nuestras vivencias con la de otros grupos en la montaña debemos reconocer que ha sido altamente satisfactoria.

El haber logrado la cumbre fue magnífico. Es indudable que me siento orgulloso, por mi y por el grupo.
Sin embargo, es accesorio. Junto a nosotros, había en la montaña gente que lo merecía tanto o más que nosotros. y no lo logró. El clima, el físico o el ánimo propio no se lo permitieron. Suerte, casualidad, oportunidad o lo que sea nos puso en condiciones de llegar.

Lo más importante de todo esto no fue hollar las piedras de la cima. En estos días, encontré en mi y en los demás cosas que desconocía.
Pude expandir mis límites mucho más allá de mi horizonte. Descubrí fortalezas y debilidades.
Disfruté de momentos simples en lugares maravillosos, que hacen emocionar hasta las lágrimas.
Aprendí a intentar un esfuerzo más, otro paso más adelante, otro metro más arriba.

No necesitamos viajar a la montaña para lograr nuestra "cumbre".
Está dentro de cada uno.

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2.10.07

Al aconcagua - Día 25


07.02.05 – Mendoza

Después de una noche agitada pero reparadora, nos despertamos con tiempo para el desayuno. Organizamos un poco las mochilas, pero más que orden, el objetivo es que entre todo, a como de lugar. Recuperamos los objetos compartidos durante la expedición, etc. Como tenemos un poco de tiempo, después de compartir un rato en el fondo (en donde se hacen notorios los efectos de la pérdida de peso) salimos a pasear por el centro de Mendoza, en subgrupos.

A la hora convenida, nos encontramos en el Hostel, y en un par de taxis llegamos al aeropuerto "El Plumerillo". La funcionaria de Uair nos dio un rezongo por llegar sobre la hora, pero estaba más deprimida por la noticia de que en breve cancelarían los vuelos de la empresa.

El vuelo hasta Carrasco fue muy tranquilo, sólo con la ansiedad del próximo reencuentro con la familia.

Al llegar, los trámites de rigor, y al salir al hall, muchos amigos y por supuesto la familia!

Al Aconcagua - Día 24

06.02.05 – Domingo – Plaza de Mulas

Temprano estamos levantados, y rápidamente aprontamos los efectos que se van a llevar las mulas. Prácticamente, todo. Solo viajaremos con una pequeña mochila con una campera, algún alimento y casi nada más.

Partimos con paso largo. La “Cuesta Brava” también es medio complicada en bajada. Pero es solo un rato. Dejamos el Refugio Colombia (o sus ruinas) a nuestra derecha.

Sin esfuerzo, llegamos a las piedras que marcan “Ibáñez”, sólo un punto en la Playa Ancha. Aprovechamos para almorzar, y conversamos, con demasiado orgullo, con unos chicos que van hacia Plaza de Mulas.

Un breve descanso, que en realidad no necesitamos mucho. Al bajar, tenemos mucho más oxígeno del que estábamos usando hace apenas unas horas.

Seguimos viaje, cada vez caminando más rápido. Tenemos que llegar antes de las 16:00 a Puente del Inca, porque a esa hora sale el ómnibus para Mendoza. Si lo perdemos, se nos complica la combinación con el avión de retorno a Montevideo.

Cuando llegamos a la línea de vegetación, Chavi se separa y trato de alcanzarlo. El resto del grupo va quedando un poquito atrás. Cruzamos el puente y casi sin mirar a nuestra izquierda, pasamos por Confluencia. Ahora somos esos caminantes que veíamos pasar rápidamente hace un par de semanas atrás, mientras acampábamos ahí.

A pesar de estar casi corriendo, no noto el esfuerzo. Llegamos al puente “Brad Pitt” y en poquitos minutos dejamos atrás la Laguna Horcones y llegamos al puesto de los Guardaparques.

Ahí tenemos que marcar nuestra salida. Nos preguntan si hicimos cumbre y –otra vez con excesivo orgullo- hacemos bromas. “¿Cómo? ¿No era obligatorio hacerla?”

En la oficina de los Guardaparques nos encontramos con el resto del grupo, y nos pasan un reto por habernos alejado tanto. Pero dentro del ambiente que había, creo que en realidad no nos importó mucho, ni a los rezongados, ni a los rezongantes.

Nos resta llegar a Puente del Inca, y el tiempo apremia. En el estacionamiento hay una camioneta con cuyo chofer Pedro negocia el viaje de regreso. Nos tiramos de cabeza adentro, con las piernas entreveradas, etc.

En pocos minutos estamos en Puente del Inca. Nuestras prioridades son conseguir los pasajes para el bus a Mendoza, recuperar los bultos que bajaron en mula y comer algo. El orden de éstas no está muy claro.

Nos dividimos las tareas. Tenemos menos de 30 minutos antes que salga el ómnibus, pero contamos con buena estrella, sin dudas. Recuperamos los bultos sin problemas y en buen estado. Conseguimos los pasajes y hasta con asiento. Y en lo de Daniel se esfuerzan para prepararnos unos "lomitos", nunca tan tiernos y sabrosos.

Con la ansiedad que tenemos, comemos los "lomitos" parados, al lado del bus, mientras acomodamos las mochilas. No nos damos cuenta de nuestro aspecto, sucio y cansado, tragando con avidez, hasta que un par de turistas hacen un comentario.

En el viaje a Mendoza, el calor y el encierro nos recuerdan la necesidad del un buen baño. No tengo dudas que los demás pasajeros también lo tienen presente.

A la llegada a Mendoza, el Hostel Savigliano nos espera sólo al cruzar la calle. Después de las necesarias duchas, vamos a cenar. Pero estamos tan cansados como excitados, por lo que vamos muy cerquita, a la terminal, donde hacemos la cena de despedida.

A la salida, nos encontramos con Daniel y su esposa, lo que motiva una ronda de cerveza. Otra más.

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26.9.07

Al Aconcagua - Día 23


05.02.05 – Sábado – Nido de Cóndores

Me levanté de buen ánimo y bastante descansado, a pesar de todo. Nuestra primera preocupación fue el estado de Javier. Pasó una noche relativamente buena, y se encuentra bastante recuperado.

El desarme del campamento es rápido, y cargamos todo para bajarlo. Estamos listos para partir y nos cruzamos con el Cordobés. Cambiamos saludos y parte muy cargado y rápido hacia Plaza de Mulas. A nuestra vez, comenzamos el descenso. La pierna me duele menos, pero bajamos con tranquilidad. Estamos cargados y cansados como para apurarnos demasiado. La adrenalina está bajando rápidamente.

Un poco por debajo de la altura de Canadá, vemos uno grupo de gente. Al acercarnos, nos encontramos que el Cordobés se ha fracturado la pierna. Su bota se calzó entre dos piedras, y el peso de la mochila lo desbalanceó. La herida parece seria. Los miembros de la patrulla que acompañaban a Javier priorizan su atención, y Javier baja con nosotros.

A la llegada, vemos que no tenemos el buen lugar del que disponíamos antes. Un grupo de Chilenos, bastante numeroso, lo ha ocupado. De cualquier manera, al ser sólo por una noche, nos acomodamos en donde podemos. Javier tiene la deferencia de invitarnos a almorzar, lo que mucho agradecemos. Comienzo a sentir el clima de “partida”. A la tarde, nos acercamos al hotel para llamar por teléfono. Después de una espera, pudimos comunicarnos con Montevideo. Me hubiera gustado poder hablar con Noel o los chicos, pero no estaban en casa o en el celular. Por suerte, encuentro a Marta y puedo compartir con ella la noticia.

A la noche, nuevamente cena de lo que quedaba en la carpa prestada. El ambiente es muy distendido, pero como estamos cansados y mañana tenemos una jornada dura, nos acostamos temprano

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20.6.07

Al Aconcagua - Día 22

04.02.05 – Viernes – Nido de Cóndores – 5.500 msnm

A las 02:30 suena el despertador de mi reloj. Una palabra a Julián y se despierta. Comenzamos a preparar el desayuno, y avisamos por “gritáfono” a Pedro. Sin respuesta. Nos vestimos lentamente, con cuidado de no molestar mucho a los compañeros. La tarea es incómoda y lenta. No quiero mirar al termómetro. ¿Para qué, si igual hará frío? Desayunamos mientras nos vestimos. Yo debo hacer un esfuerzo. Se que preciso, pero no tengo ningunas ganas de comer. Termino unas galletas y un poco de chocolate caliente.

A la hora coordinada, salimos de la carpa, a pesar de que no tenemos respuesta de nuestros compañeros. Esperamos unos minutos, y a las 04:20 estamos partiendo. Con las linternas en la cabeza, emprendemos el camino. Pocas palabras, muchos pensamientos. A los muy poquitos metros, Pedro ofrece a Julián que guíe hasta Berlín. A mi me sonó como si éste dudara de encontrar el camino, lo que no debe avergonzar a nadie. No resulta fácil identificar las marcas.

Yo quedo rápidamente atrás y voy cerrando el camino. Reclamo más de una vez por la velocidad. Se que la rapidez es seguridad, pero -egoístamente- no quiero cansarme en las primeras horas. De la noche surge una linterna, y se nos acopla por un rato otro montañista. Nuestro paso le resulta lento, y cuando tiene certeza de ubicar el camino, se despega de nosotros.

A eso de las 06:00 llegamos al refugio Berlín, aún en la oscuridad. Un par de casuchas bajas de madera, y algunas pocas carpas. Sin detenernos, seguimos y encaramos un breve trayecto a cuatro manos, el único en todo el recorrido.

El frío aumenta. Seguimos ascendiendo en la oscuridad. En las vueltas entre las piedras vemos levantarse la noche. Asistimos uno de los paisajes más maravillosos de toda la expedición, la sombra que proyecta el Aconcagua sobre las brumas del Pacífico. El cansancio, y la falta de oxígeno no nos permiten comprender su magnificencia. El viento bate la falda del cerro, estimamos unos 50 km/h. El termómetro marca –25° C, pero no sé si es correcto porque está en el límite, no tiene mas lugar para seguir bajando. Hago el esfuerzo de no alejarme de la punta y mantenerme dentro del grupo, porque sé que si quedo último, indefectiblemente me retrasaré.

A las 09:50 llegamos al refugio Independencia, o lo que queda de él, dos paredes de madera, sin techo, y unos cables de acero retorcidos. A Julián se le están congelando los dedos del pié derecho. Se quita la bota y Chavy se los masajea con ímpetu. Yo también me saco las botas porque siento una molestia y veo que tengo los dedos blancos, y casi ni los siento. Por suerte paramos. Me aflojo un poco los cordones de la bota interior. En estas operaciones demoramos 30 minutos. Partimos, subiendo la cuesta de unos 100 mts, cruzamos el Portezuelo de los Vientos y ponemos los pies en la famosa y mentada Travesía. El viento de este lado es muy fuerte. Por suerte se mantiene helada, a pesar del sol, y podemos seguir con los grampones colocados.

Recorremos la Travesía (que mas o menos se mantiene a nivel, sin ascender) a una velocidad moderada: nos pasa el equipo guiado por el “Pana” venezolano. Llegamos al fin de la Travesía a eso de las 13.30 y descansamos 30 minutos en la Cueva, intentando repararnos del viento, con éxito relativo. Mi almuerzo consiste en un par de pasas de uva y un caramelo. Aunque sea muy poco, debo esforzarme para tragarlo. No tengo nada de hambre, a pesar del esfuerzo realizado. Tampoco sed, y me obligo a beber. Aprovecho a dormir un rato.

A las 14:00 reemprendemos el camino, en franco ascenso por “la Canaleta”. Esta resulta muy empinada, y la mochila, a pesar de estar casi vacía, me pesa mucho. Chavy tropieza y cae aparatosamente. Por indicación de Pedro, dejamos nuestras respectivas mochilas al costado del camino y continuamos subiendo. Pedro queda un poco más atrás, asistiendo a Javier que también está muy cansado. Nos indica que podemos seguir. No estoy razonando muy bien, y mis reacciones se limitan a poner un pie delante del otro, y tratar de no quedarme mucho tiempo descansando. Aún así, cada tres o cuatro pasos debo detenerme. Nos cruzamos con mucha gente que viene descendiendo, pero también pasamos a muchos que están más lentos que nosotros. Lo único que tengo claro es la hora, que se hace dramáticamente tarde. Mi hora prevista eran las 15:00, con una hora de extensión. Y ya estamos a las 16:00! Julián y Edison nos animan y nos amenazan con el temor de que la brigada nos obligue a descender.

Nos cruzamos con un americano que sonriente nos dice: “Congratulations! Only one meter!” Nos volvió el alma a los pies! Sacando fuerza de flaqueza dimos los últimos pasos y llegamos a los 6.692 msnm de la cima a las 16:35

Abrazos, muchísima emoción. La cumbre es plana, con un pequeño montículo a un lado.

En la cumbre hay varios grupos de montañistas. Todos hacemos bromas y mostramos nuestras satisfacción. Percibo que los demás están como "atontados", (es difícil comprender como sacar una foto, por ej) aunque es seguro que yo debo estar igual. Hay una cruz donde se dejan y se toman recuerdos. Yo recojo un pañuelo amarillo. Abrimos el libro de cumbre y ponemos los nombres de todos. Sacamos fotos, muchas fotos y nos aprestamos a descender. Estábamos en eso cuando vemos aparecer a Pedro y a Javier a las 17:50.

Cuando Javier llega, se desploma agotado. Sacamos algunas fotos más con las banderas de quienes habían colaborado con nosotros, esta vez con todo el equipo y a las 18:15 comenzamos el descenso.

Es tarde, y detrás nuestro sólo quedan dos americanos, y dos miembros de la brigada policial.

Al poco de estar bajando, miro para atrás y veo que Javier viene mal, asistido por Julián, quien trata de llamar nuestra atención. Nos detenemos, tratamos de organizarnos. Alguien toma sus grampones, otro su mochila. Javier está incoherente. Los policías que venían cerrando la marcha, al ver esto lo asisten y le dan una inyección de dexa. Yo no veo una gran recuperación, pero continúa bajando. Escucho que se comunican por radio informando que están despejando la Canaleta... cuando miro para el costado y veo que hay alguien que se aparta y atrasa, sobre nuestra izquierda. Le hago señas a los de brigada, y se acercan y lo convencen con alguna dificultad, de que siga bajando, pues quería quedarse a pasar la noche.

Los americanos ofrecen una cuerda para asegurar a Javier, que está tropezando mucho. En determinado momento, los PPLL, nos indican que debemos bajar por el acarreo con el grupo , mientras que el piloto conocido y el bombero mendocino que no quería bajar, lo harán por la ruta de Berlín.

Bajar por el acarreo es lo mismo que hacerlo por una montaña de pedregullo... las piedras sueltas se mueven continuamente. Se siente el ruido de las piedras rodando. Las primeras caídas tratamos de evitarlas con algo de dignidad... que pronto se nos acaba. Los que bajan con Javier adelantaron camino A pesar de que lo tenía muy claro y asimilado que era a todas luces imposible, pensé que lo mejor era quedarme ahí, esperando que alguien me viniera a buscar. Mutuamente nos dimos aliento y seguimos. Cayó la noche y seguimos bajando en la oscuridad. Veíamos luces haciéndonos señas. Aproveché para bajar unos cuantos metros deslizándome en la nieve, a pesar de las advertencias de Julián.

Al final, nos encontró un PPLL y nos dio un liquido caliente y dulce. Nos acompañó hasta otro puesto y, tropezando llegamos a eso de las 24:00 al campamento.

Javier estaba con los Guardaparques, bien asistido y caliente. Cuando llegamos, Pedro nos estaba esperando enfrente a su carpa, y después de los saludos y felicitaciones, seguimos a la nuestra. No recuerdo muy bien donde fui dejando los grampones, las botas, las polainas.

Sin cenar, me dormí rápidamente.

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7.6.07

Al Aconcagua - Día 21








03.02.05 – Jueves – Nido de Cóndores 5.500 msnm

Día de descanso y preparación en Nido. Una de las recomendaciones y requisitos era “dormir en Nido cómodamente”. En general, la cumplimos sin problemas. En particular... mantengo mi capacidad de aprovechar los períodos de sueño.

Al despertar (07:30) controlé la temperatura dentro de la carpa: -15°C. Los lentes de Chavy, colgados en el centro de la carpa, estaban congelados dentro de la escarcha. El sol sale aquí bastante más temprano que en Mulas, pero la temperatura no mejora mucho.

Tareas rutinarias para el desayuno, juntar nieve para derretir, etc. Llegan más montañistas, y se erigen más carpas. Un venezolano, con un ayudante chileno, guía para un equipo de alemanes. Aunque habla en perfecto alemán, tiene algunos problemas de comunicación. Es gente bastante experiente en montañas europeas, y le resultan medio díscolos. Me llama la atención que tengan calentadores a gas.

Conversamos bastante con el venezolano, y me enteré de donde viene el famoso “Pana” que tanto usan: “Panadería donde se cuece el pan de nuestra amistad”. ¿O será un muchacho con una vívida imaginación?

Miramos hacia la cumbre y preguntamos una y otra vez la ruta. ¿Cómo voy a subir si mover una piedra me cansa? ¿No fue un error no insistir en salir desde Berlín, que ganamos horas y metros de altura?

El plan es salir en la madrugada, para llegar al Refugio Berlín a eso de las 06:00, y de ahí seguir.

Pedro descarta la opción de dormir en Berlín y arrancar desde ahí, pues argumenta que el descanso es mejor acá en Nido de Cóndores, y que el frío que hace en Berlín nos haría salir mas tarde aún de la hora que pasaremos nosotros.

Salimos a recorrer el barrio... solo hay unas carpas, y la única nota diferente es la oficina de los guardaparques. No hay ninguna estructura o carpa comedor, ni baños o letrinas como había en Plaza de Mulas. Esto causa que sea común ver a algún montañista (sin importar su sexo) con el pompis expuesto al viento. La experiencia resulta incómoda, lenta, y muy fría!

Debemos colocar nuestros desechos -de cualquier tipo- en la bolsa que nos dieron al ingresar a Plaza de Mulas, y bajarlos con nosotros. En general, el lugar está aceptable, considerando la cantidad de gente que hay acampando permanentemente.

Una vez más, las consultas reiteradas sobre que ropa y equipo vamos a llevar.

Temprano, con oscuridad, frío y ansiedad, nos metemos en las carpas. El atardercer sobre los cerros nos da una regala una cálida belleza, que admiramos desde dentro de la carpa. Cocinó Julián pero yo casi ni comí, apenas unos sorbos de sopa. Acordamos salir a las 04:00. Será un día largo.

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